A lo largo de los diez años que lleva el programa de acogimientos no preadoptivos en Aragón, tan sólo 238 familias se han ofrecido como acogedoras. En estos momentos hay 43 menores viviendo en acogida, pero en los centros hay otros tantos esperando para poder experimentar lo que es tener una familia.
Zaragoza.- ¿Dónde van los niños que no pueden vivir con su familia biológica? La respuesta a esta pregunta suele ser a un centro de menores. Son muy pocas las ocasiones en las que se oye responder a una familia acogedora.
La causa del problema puede deberse a la falta de información o al desconocimiento por parte de la sociedad aragonesa de los programas de acogimientos no preadoptivos que promueve el Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS) y de las ventajas que éstos pueden ofrecer a los niños.
En estos momentos, en Aragón hay 43 menores viviendo en acogimiento no preadoptivo, pero en los centros hay otros tantos niños que esperan para disfrutar de la experiencia de vivir con una familia. A lo largo de los diez años que lleva en marcha este programa, tan sólo 238 familias se han ofrecido como acogedoras.
El acogimiento no preadoptivo
En el acogimiento no preadoptivo los niños nunca pueden ser adoptados por la familia acogedora: se trata de un acogimiento temporal a menores que se encuentran en situaciones de riesgo o desamparo o que presentan discapacidades o trastornos emocionales y que su familia biológica no está capacitada para atender. Nunca llega a ser una adopción porque la tutela del niño siempre es de sus verdaderos padres.
Normalmente son niños que sufren la problemática de una familia que no pueden responder a sus necesidades, pero puede suceder que a los padres les surja un imprevisto y no puedan hacerse cargo de los hijos temporalmente. En ambas situaciones lo mejor es que el niño pase este tiempo de transición hasta volver con sus padres en una familia acogedora.
Cuando un niño se encuentra en una de estas situaciones, lo primero que hace el IASS es intentar ayudar a los padres, para que los menores puedan continuar con ellos. Pero en algunos casos la situación es tan complicada que tienen que salir de casa mientras su familia biológica se recompone.
“Todos los estudios apuntan a que cuando un niño tiene que salir de su casa lo mejor es que se le atienda en otra familia y de ahí nace el planteamiento de una familia acogedora, cuyo objetivo es cuidar de ese niño durante un tiempo hasta que pueda volver con la familia biológica”, explica el jefe del Servicio de prevención y protección a la infancia y la adolescencia, José Manuel Casión.
“En una familia acogedora, el tipo de atención que recibe el menor es mucho más individual, por lo que hay más posibilidades de que se cree un vínculo entre el niño y la familia, mientras que un centro, al margen de que haya muy buenos profesionales, la atención es diferente, ya que pasan muchos cuidadores y la atención emocional que se presta no es la misma”, señala Casión. Además, en una familia acogedora “el niño aprende a vivir en familia, y tiene experiencias y vivencias propias del afecto y el cariño, que no habría podido tener en un centro”.
Marta Vázquez ha escrito el libro «Yo no podría», un diario de una madre de acogida
El acogimiento no tiene una duración fija: puede variar según la problemática de cada menor. Hay casos en los que los niños pueden estar desde meses hasta años y pueden ser acogidos todos aquellos niños de entre 0 y 18 años atendidos por el Servicio de Protección a Menores.
Quién puede ser familia acogedora
Cualquier núcleo familiar puede aspirar a participar en este programa. Para ello deberá ponerse en contacto con el IASS a través del teléfono 976 568 881. Una vez inscritos al programa tendrán que realizar un curso de formación de 20 horas.
Este curso es una herramienta imprescindible, apunta el responsable del programa, Pedro Elías Moliner, ya que buscan “familias para niños y no niños para familias”. A través de esta formación, los aspirantes a acogedores deben concienciarse de lo que supone el programa, sobre todo para que no lo confundan con adopción y se conciencien desde el principio de que los niños volverán con su familia biológica.
“En estos momentos necesitamos más familias acogedoras, ya que lo ideal es poder seleccionar entre varias familias para darle al niño la más adecuada a sus necesidades”, señala Casión.
Si definitivamente una familia decide hacerse acogedora, recibe una serie de compensaciones económicas para que su capacidad adquisitiva no se vea perjudicada y poder cubrir así las necesidades que reclama el niño.
Una historia real
Jesús, Marta y sus tres hijos son una familia acogedora desde hace aproximadamente seis años. En ese periodo de tiempo han tenido en su casa a más de 30 menores. El primer acogimiento lo realizaron con un adolescente, y el resto han sido de niños hasta tres los años.
El primer acogimiento que realizaron fue con un adolescente, cuya madre debía viajar a Ecuador para arreglar unos papeles. “La experiencia fue dura -relata Marta- porque el chico no quería irse de casa”. Hoy mantienen el contacto con él, que ya es mayor de edad y que además, ha hecho a Jesús y Marta abuelos de acogida de su hija.
“Éste fue nuestro primer acogimiento – explica Marta- pero ya habíamos oído hablar del tema cuando estábamos adoptando a nuestra hija pequeña. Al principio no le hicimos mucho caso, pero cuando vimos que nuestra hija, que había pasado el primer año de vida en un centro, no sabía hablar ni gatear, nos decidimos por el programa”, ya que como reconocen Marta y Jesús, aunque los niños están muy bien atendidos en los centros, especialmente en Aragón, la carencia afectiva en un centro es más acusada, ya que no existe el vínculo que le puede dar una familia.
Además desde hace tres años, Jesús y Marta son familia de urgencia, es decir, que deben estar disponibles para acoger las 24 horas del día. “En cualquier momento te pueden llamar”, explica Jesús, que recuerda que en una ocasión iban a salir de vacaciones y les llamaron porque había un niño esperando una familia, por lo que dejaron las maletas en casa y fueron a buscarlo.
El peor momento llega a la hora de la separación, ya que aunque son conscientes, al igual que el resto de familias acogedoras de que va a llegar, Jesús y Marta aseguran que se les “parte el corazón cada vez que se van”. No obstante, reconocen que ser familia de acogida es una experiencia que merece la pena: “Es una satisfacción ver lo que has conseguido, ver cómo han llegado y cómo se van”, señala Jesús.
“Siempre compensa -continúa Jesús- aunque a veces haya casos difíciles, porque los niños tengan enfermedades o vienen de un entorno complicado, pero cuando te ponen una sonrisa, te queda la sensación de que estás poniendo un pequeño granito de arena para que ese niño haya sido un poco más feliz. Te encariñas con ellos y los quieres como a tus propios hijos -explica Jesús- y aunque la separación es dura, ésta es una experiencia muy bonita e incluso adictiva”.
Jesús y Marta son una familia acogedora desde hace unos seis años
La gente suele decir que no se atreve a ser familia acogedora, reconoce Marta, pero anima a todas las familias a probar la experiencia, ya que “es una labor que no cuesta tanto, que requiere un poco de esfuerzo, pero que merece la pena”.
Por ello, y porque precisamente hay bastante desconocimiento y confusión sobre el tema, Marta acaba de escribir el libro ‘Yo no podría’. El título, explica Marta, es la frase que siempre le suelen decir cuando cuenta su experiencia como familia acogedora. “Es el diario de una madre de acogida, un libro que empezó a modo de terapia personal y que se ha convertido en un relato de experiencias para que la gente conozca lo que es el acogimiento y cambie la frase por un yo sí podría”, señala Marta.
Jesús y Marta piensan continuar por el momento siendo una familia acogedora, a pesar de que Marta solamente se dedica a ello. Es como una especie de “trabajo”, aunque ella reconoce que no es una labor que se pueda hacer por dinero, ya que “te aporta mucho más”.
Adafa, un apoyo más
Jesús y Marta, al igual que la mayor parte de las familias acogedoras aragonesas, forman parte de la Asociación de Familias de Acogida de Aragón, Adafa, una entidad que se fundó en 1998 y que sirve de punto de encuentro e intercambio de experiencias para estas familias.
La asociación ofrece, además de información y ayuda, material para los niños.“Tenemos un fondo de todo tipo de objetos para los más pequeños: desde ropa, hasta cunas y cochecitos o juguetes”, explica su presidente, Pedro Fatás.
Unas 80 familias de todo Aragón están asociadas y participan en las diferentes actividades y encuentros que realiza la Asociación. “Solemos organizar charlas, encuentros y grupos de intercambio de ideas y problemas – apunta Fatás- tanto en conjunto, entre todas las familias, como por grupos según la modalidad de acogimiento”.
Además, desde la Asociación trabajan en estrecha colaboración con el Servicio de Menores del Gobierno de Aragón para facilitar que el niño llegue lo antes posible a la familia acogedora, aunque a veces sea más complicado por la falta de familias en estos momentos. Una carencia que puede deberse, según Fatás, a “la falta de información y a la confusión entre adopción y acogimiento”.
Fuente:Aragón digital