Están incluidas en el programa de acogimiento del Gobierno aragonés.Su objetivo es cuidar a chavales cuyas familias no pueden hacerse cargo de ellos.
Pongamos que se llama Sara, tiene tan solo diez días de vida y su madre la ha dado en adopción. Hasta que sus padres adoptivos la reciban en su casa una familia la criará como si fuera suya. Esta es una situación tipo del programa de acogimiento familiar no preadoptivo del Departamento de Servicios Sociales, una iniciativa que actualmente integra a casi 90 familias aragonesas que han decidido poner su casa, su cariño y sus cuidados a disposición de niños que no pueden vivir con su familia biológica, de modo más o menos temporal.
Este no es un programa conocido y, de hecho, hacen falta muchas más familias que permitan que los niños puedan vivir en un hogar normalizado en lugar de ser ingresados en centros dependientes de los servicios sociales, donde están bien cuidados pero donde no pueden recibir, como es obvio, las mismas atenciones que en un núcleo familiar. Ahora bien, es necesario tener la cabeza fría porque la adopción está excluida y el objetivo último es que el menor vuelva con su familia, si es posible.
Desde 1997, se han realizado un total de 423 acogimientos, de los cuales 154 son de urgencia –normalmente, bebés que luego van a ser adoptados–. Para realizarlos, a lo largo de estos once años un total de 238 familias han pasado por el programa, de las que 85 han realizado acogimientos. La bolsa actual incluye a 86 núcleos familiares. Treinta de ellos tienen en estos momentos a un menor –o a varios– en sus hogares.
Están unidas a través de la Asociación de Familias Acogedoras que preside Pedro Fatás, por cuya casa han pasado ya cuatro niños. «La compensación personal es tremenda, ves cómo evolucionan los niños y cómo se vuelven personas. Es muy gratificante para toda la familia», asegura este hombre, que tiene dos hijos biológicos ya emancipados.
En estos momentos hay siete familias de urgencia para casos como el relatado anteriormente y están disponibles los 365 días del año las 24 horas. En estos casos, la media de duración del acogimiento es de cuatro meses, aunque es variable dependiendo de la situación. Sin embargo, hay otros casos también de carácter temporal.
Por ejemplo, una mujer inmigrante se pone enferma y tiene que ser ingresada. Tiene una hija de dos meses y no dispone de ningún tipo de estructura familiar y social en España, por lo que nadie puede hacerse cargo de la niña. Y aquí entra la familia de acogida, que cuida al bebé durante las dos semanas que la madre precisa para reponerse.
LARGA DURACIÓN Además, de estos casos que suponen una situación más o menos urgentes, existe la figura del acogimiento permanente o de larga duración. Se da cuando la familia biológica no puede atender a un menor, que pasa a vivir con la de acogida hasta que cumple la mayoría de edad. Es la situación de una niña a la que llamaremos Begoña. Llegó cuando tenía seis años al hogar de su familia de acogida. Ahora tiene 14 y sigue manteniendo lazos con su madre, a la que ve una vez al mes.
Cuando tenga 18 podrá decidir si se emancipa o no, pero la realidad es que es como una hija más para esta familia y sus padres de acogida prevén que seguirá algunos años más con ellos, como ya ocurrió con sus propios hijos. ¿Cuál sería entonces la diferencia con una adopción? Desde el punto de vista oficial, que la patria potestad la tiene el Gobierno de Aragón y los chavales no llevan los apellidos de la familia que acoge. Desde el plano afectivo, ninguna.
Fuente: El Periódico de Aragón